Ese día cayeron las nubes,
cayeron, arrastrándose por el suelo
ese día sintió su mirada
de nuevo.
Y no fue hasta que vio su tumba
cuando sintió celo,
celo del silencio que la velaba
y veía como su pálido rostro
cada día se marchitaba.
Vio con cuidado su mejilla
rosando el calor
que ese día
se perdió en el aire
acariciando el suelo y los árboles.
Y su angustia se hizo inmensa;
sabía que su blanco pelaje
no lo cubriría esta vez
del frío, de éste frío
del frío amargo del paisaje.
Cerró los ojos y gritó,
gritó a los árboles y a las montañas,
gritó a la nieve y en sus pestañas
caía sigilosa
una gota
de su alma.
de su alma.
~o~
Angelo Blanco, Lunes 22 de abril del 2013.